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Desde mi Habana

Última voluntad

Última voluntad

Cada evento importante de mi vida está asociado a un libro, incluso mucho antes de saber leer.
Mi primer libro, La Edad de Oro, llegó en manos de mi padre que se complacía en leérmelo antes de dormir con tanto realismo, que yo no distinguía si su diálogo transcurría entre los personajes del cuento o si se dirigía a mí.
Adoro a mi padre, asociado desde entonces para siempre al papá de Bebé ¨El del señor Don Pomposo¨y al de ¨Nené Traviesa¨.Inmortal su voz entonando cada personaje. Inmortal él mismo en mi corazón.
Mi padre leía el periódico en la mesa mientras desayunaba, leía revistas en el sillón mientras tomaba café y fumaba su tabaco entre olorosísimas volutas de humo, leía un libro en la cama antes de dormir.
Cuando se fue de mi casa, separado de mi madre, todo lo que se llevó fueron cajones llenos de libros.
Desde que aprendí a leer siempre tuve un libro cerca, siempre tuve, por muy ocupada que estuviera, un rato para leer.Así he acortado mis esperas, entretenido mis momentos de aburrimiento y encontrado compañía y consuelo.
Las catorce horas del pre parto de mi primer hijo las pasé leyendo entre contracción y contracción. Luego el médico me pidió prestado el libro.
Mi hijo es lector, por supuesto, tan ávido como su madre y su abuelo.También mi hija y mi madre aman la lectura. Es el hobby de la familia. Los libros pasan de uno a otro, de mi madre a mis hemanas, a mí , a mis hijos, es el hilo conductor capaz de reunir a tres generaciones a conversar sobre la última hazaña de Harry Potter o a disputarse un orden para leer el último libro llegado a casa.
Definitivamente quiero aguardar la muerte con un libro en las manos y conservar suficiente luz en mis ojos como para esperarla leyendo.

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